Bueno, lo creáis o no, es así. Según nuestra investigación, algo tiene la primavera que acelera los corazones.
El gran secreto es la luz. No entraremos en tecnicismos, pero la luz influye mucho en nuestro organismo. Nos hace sentir que estamos vivos y que vivir vale la pena.
Simplemente hay que observar a tu alrededor. El día poco a poco se va haciendo más largo y en ti van apareciendo esas ganas de hacer más cosas que, en otoño o invierno, habían desaparecido.
Las flores empiezan a florecer con colores brillantes y el viento se va transformando en una brisa agradable que roza tu piel.
Ya no te apetece estar en casa porque se está mejor en la calle, hay luz natural. Y la luz natural la valoramos muchísimo, probablemente hay pocas cosas que puedan acercarse al placer, consciente o no, que nos proporciona la luz del sol. Nuestro cuerpo y nuestra salud lo agradecen.
Te entran las ganas de quedar con tus amigos y amigas a tomar algo, aunque solo sea un café o una cerveza. Porque tienes ganas de hacer cosas y de no hacerlas estando solo/a.
Te gusta verte bien, los colores de la ropa que tiñen tu armario, sientes que necesitas renovarlos. Los negros, grises y marrones quieres dejarlos atrás. Necesitas transmitir a los demás lo que está dentro de ti y te vistes de una forma que inspira luz y color, en definitiva… Rebosas vitalidad.
Piensas en las fiestas de Semana Santa que se acercan y, con ello, eres consciente de que el verano también se acerca. Por ello, empiezas a pensar y en programar esas vacaciones o días de descanso que tanto te mereces.
Tienes tantas ganas de tanto, que lo quieres compartir. Y si no tienes una pareja estable, sueñas con tenerla. Deseas poder ofrecer a otra persona todo lo que llevas dentro, porque te lo mereces y porque ya va siendo hora. Deseas amar y que te amen.
Sí, de todo eso es capaz la llegada de la primavera.
De modo que, si la primavera os altera la sangre, ¡enhorabuena! ¿Se puede esperar algo mejor que sentirse una persona rebosante de vida?
