Los amores de verano, esos breves incendios que huelen a sal, a bronceador y a promesas imposibles.
Tal vez es demasiado exagerado, pero dicen que el verano no perdona: O te enamoras o te socarras. E incluso, hay veces que ambas.
El amor de verano no pregunta, aparece en forma de miradas en una terraza, un brindis improvisado, o esa risa que se te escapa con la canción del verano, que juras odiar y que, sin embargo, bailas al lado de esa persona que te ha llamado la atención.
Lo más probable es que sean romances con fecha de caducidad, pero con una intensidad que te transforma. Fotos en la playa, mensajes a deshoras y planes que, en ocasiones, nunca pasan de la arena. O sí…
Y cuando se acaban, duelen, pero de un color bonito como el que se guarda con cariño en el cajón de las locuras bien vividas.
Los amores de verano no se piensan, se viven y, si tienes suerte… También se recuerdan con una sonrisa y sin arrepentimientos.
Sí estás a punto de vivirlo, toma las siguientes precauciones:
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No te ilusiones demasiado rápido. Los amores de verano suelen ser muy intensos, pero también fugaces. Es fácil idealizar a alguien en poco tiempo, pero recuerda que lo que brilla no siempre es oro.
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Disfruta el momento, sin presiones. La magia está en el aquí y ahora.
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Cuida tú corazón y tú salud. Al igual que sube la temperatura puede subir también la pasión. Protege tu salud emocional.
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No dejes que te defina. Un amor de verano es sólo una historia dentro de tu vida, no toda tu vida.
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Sé honesto/a y claro/a. La comunicación sincera evita malentendidos. Sí tienes claro que es algo temporal, dilo. Es una forma de evitar confusiones y heridas innecesarias.
“Los amores de verano son como el bronceado: Intensos, fugaces… Y si no te proteges, te dejan marca”.
